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NICARAGUA - 2008

Disfrutando de Little Corn Island I

Disfrutando de Little Corn Island I

Anoche todo un éxito.  El vigilante, D Pablo nos hizo una cena a lo nica, que ya os podéis imaginar: arroz, plátano hervido y cerdo frito, esto último era algo extraordinario.  Faltaron los frijoles, pero ¿alguien los echó de menos?  Yo no.

 

Cenamos D Rufino, un productor que se quedó a hacer noche en la casa, D Pablo y yo.  Fue muy divertida la conversación que mantuvimos en la cena.   Los temas mas interesantes fueron los de los animales de la selva.  D Rufino como vive en la selva conoce bien a todos los animales que para mí son tan exóticos y yo no cesaba de preguntarle por los tigres, los monos, los cocodrilos, las serpientes.  Hay serpientes que miden más de cinco metros, y cocodrilos de más de seis…   D Pablo también sabe mucho de animales, sobre todo de serpientes ya que les tiene mucho miedo y ha pasado muchas aventuras con ellas, puesto que su padre era una especie de brujo que curaba las picaduras de muchas de ellas y tenia que ir a la selva de vez en cuando para “relacionarse” con las serpientes.  Parecían fábulas todo lo que contaba, bueno para mi lo son, ya que todo se quedaba en brujería, hechizos, pociones, encantamiento de serpientes…  Pero  no dejó de ser divertido en ningún momento.  Otro tema interesante  fue el de las diferentes tribus que existen por los alrededores de Bluefields y más interesante todavía sus costumbres.  Hay una tribu que puebla una pequeña isla de la bahía que viven y se mueven siempre cerca del río o del mar puesto que sus necesidades las hacen única y exclusivamente en el agua.  Así que para ellos la vida es impensable alejados de agua.  Otra tribu que nunca se cortaba los cabellos, otros que vivían solamente de lo que pescaban y de los productos que recolectaban de la selva, estilo hombre neandertal, y así mil y una historias y casuística de esta gente que en ocasiones parece sacada de los libros de historia primitiva del ser humano.

 

No tardamos mucho en acostarnos pues al día siguiente todos teníamos que madrugar bastante.  A mi me esperaban tres días de descanso en unas islas que prometían (Corn Island), por lo que había podido ver por Internet y lo que había escuchado a la gente de por aquí.   Nada mas levantarme me dirigí al aeropuerto, faltando pocos minutos para mi vuelo yo seguía sin boleta (billete) puesto que no funcionaban las tarjetas Visa en ese momento, aquí es normal que las cosas dejen de funcionar por minutos, horas, días…  La azafata no estaba nada estresada, yo ya empezaba a ponerme nervioso.  Al final Maria, que así se llamaba la azafata de tierra, encontró la solución, se tomo nota de mi tarjeta, para poder hacer el cargo cuando pudiera, pero no podía darme billete porque no lo había cobrado, así que me dijo que volaba sin boleta pero con una orden de embarque, que no se muy bien lo que era, pero que me permitía viajar.  No sabía si a la vuelta tendría algún problema, pero ella me aseguró que no, que aunque no llevara ningún documento ella ya se encargaría de reservarme la vuelta y de que no me pusieran problemas a la vuelta.  ¡Dios proveerá!

 

Me subo al avión y hay algún que otro problema.  Resulta que hay un pasajero, un tal John, que ha bajado en Bluefields e iba desde Managua para Corn Island, pero en la escala había bajado sin darse cuenta.  Pobre John, jamás supimos más de él.  Otro problema fue que había una señora que la habían chequeado mal y no constaba que tenía que volar y estaba en el avión.  El piloto nos explicaba a todos que si alguien no consta en el registro de vuelo y hay algún accidente mortal la compañía de seguros no cubría a los viajeros no registrados.  Creo que en caso de accidente mortal a ninguno de nosotros nos preocupaba lo que la compañía de seguros hiciera o dejara de hacer, pero para ellos era de vital importancia.  Bueno, bueno, bueno,  esto es Nicaragua.

 

Parece que el piloto se decide a despegar y en media hora llegamos a las islas prometidas.  Corn Island son dos islas, la big y la little (grande y pequeña para los que no dominan ingles).  La grande no se como es porque estuve en ella minutos, ya que me habían aconsejado ir a la pequeña que era como mas virgen.  Se coge una panga, que va a una velocidad de rayo y en media hora te deja en Little Corn Island.  Es una pequeña isla caribeña, no hay carreteras, ni coches ni vehículos.  Solamente hay una acera de poco más de un metro que recorre la isla de norte a sur, y de ella manan pequeños senderos a este y oeste, recubiertos de vegetación que llevan a las casas, a las cabañas, a las playas…  Con mi mochila me dirijo sin ningún rumbo a  buscar un alojamiento que me habían recomendado, pero tras preguntar a mucha gente no conseguí concretar dónde era.  Aquí en la isla hablan mayoritariamente ingles, aunque un ingles muy  particular, pero también algunos español, también un español un poco diferente,  y algún dialecto indígena. Mientras deambulaba, una chica rubia (es la primera rubia que veo en Nicaragua después de Belén y Rosa) me pregunta si sé donde voy, porque ella tampoco lo sabe.  Ella es Simona, con la que compartiré algunos ratos estos días, y es de Lituania.  Vaya una europea por aquí.  Aquí hay turistas pero suelen ser americanos.  Decidimos buscar algo juntos ya que vamos igual de perdidos.  Dejamos el lado oeste de la isla para irnos al este, que es mas virgen, y al cruzar los senderos repletos de palmeras y vegetación nos encontramos con una serie de playas llenas de palmeras, con unas vistas impresionantes y en las que alquilan pequeñas cabañas dobles e individuales, al lado del mar, algo parecido a lo que encontró Robinsón Crusoe después de su naufragio.  Decidimos quedarnos en la primera de ella, no voy a describirlo porque no me siento capacitado, mejor veis algunas fotos que son mas descriptivas que lo que yo os pueda contar. 

El tiempo no es bueno del todo, esta nublado y parece que quiera llover.  No promete mucho el tiempo para estos días, pero un sitio así, aunque sea sin sol, es todo un paraíso.  De forma que hay que aprovecharlo sea como sea.  Me recuerda una conversación que tuve el otro día en el muelle de Bluefields con un chaval que se dedicaba a descargar y cargar barcos. Aquí la gente es muy creyente, mucho, en diversas religiones, pero en general con muchísima fe, y me decía que tenia un día de trabajo duro, y con lluvia, pero que no le importaba, me decía que las cosas si vienen buenas hay que estar contento, pero que si vienen malas hay que estar contento de igual modo porque vienen de Dios, y lo que viene de Dios es todo bueno, y había que dar gracias por ello.  Como veis, optimismo no le faltaba al amigo.  Pues eso mismo pensé, haga el tiempo que haga voy a disfrutar de la isla al máximo.

Simona y yo dejamos las cosas en nuestras respectivas cabañas y decidimos dar una vuelta por la isla.  La isla es pequeñita pero tiene muchos rincones que descubrir, pequeñas playas, alguna que otra cala, algo de vegetación en su interior, indígenas muy peculiares….  Todo un mundo por descubrir.  En el paseo, entre el bosque encontramos unos frutos grandes en el suelo Simona asegura que son mangos y nos pegamos una “fartada” de estos que fue alucinante. Nunca los había probado, pero ella decía que en Europa eran caros, y aquí podía comer todos los que quisiera gratis.  Fue una buena experiencia.  El resto del día fue muy tranquilo, se basó en tumbarme en una hamaca, sujeta por dos palmeras a un par de metros de la orilla del agua, a leer, a relajarme, a meditar, a VIVIR…

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